jueves, 22 de enero de 2009

3.- LA VIDA (II)


1.- El cerebro

Al tratar de lo ínfimo decimos que éste, lo ínfimo, es la base de lo inmenso, pero no sólo en lo que respecta a la materia, sino también respecto a la vida. No se sabe como se inició la vida, pero lo que si se puede afirmar es que la primera molécula que aprendió "el truco de la vida" también era algo minúsculo, algo microscópico. A partir de este minúsculo elemento viviente (¿por simple evolución o por evolución dirigida?) fueron apareciendo, una detrás de otra, todas las especies conocidas y desconocidas hasta llegar al hombre. En este proceso evolutivo no hubo espontaneidad, puesto que para que el hombre surgiera tuvieron que transcurrir más de 13.000 millones de años. Pienso que el hombre surgió en el momento adecuado.

El cerebro, la más maravillosa creación de la Naturaleza, surge, como todo en ella, tímidamente, como algo incipiente, minúsculo y elemental, después, y repito, ¿por simple evolución o evolución dirigida?, se llegará a la cumbre de esta evolución que es el cerebro humano. Un cerebro que es el causante de todas las acciones del organismo, ya sean involuntarias, espontáneas o reactivas. Un cerebro cuya complejidad de estructura y funciones intimida y asombra cuando se observa que una simple captación de imágenes puede traducirse en un pensamiento capaz de influir en el comportamiento y en la toma de decisiones. Esto que hace del animal un ser consciente y reflexivo, hasta el momomento no tenemos una idea clara acerca de como funciona. Con la aparición de la reflexión, en ese ser pensante, surge el problema de la relación mente–cerebro en lo que respecta a su consistencia inmaterial.

En los apartados siguientes voy a referirme a las dos corrientes contrapuestas que hay a este respecto.


2.- Dualismo mente–cerebro
[1]

En el tema Materia y Vida decía que
las paradojas de la mecánica cuántica y la naturaleza de la conciencia son dos de los misterios manifiestamente más profundos del universo.
Llama la atención que Thon Weller y Roger Penrose, los teóricos más originales e influyentes sobre el tema del espacio y el tiempo, hayan definido contra corriente que ambos misterios están ligados.

Ampliaré estos conceptos: Entre los años 1900 y 1927 se desarrolla la mecánica cuántica, como consecuencia de los trabajos de los físicos Planck y Einstein.

La mecánica cuántica terminó con el determinismo
[2] que, paradójicamente, defendía el mismo Einstein y que fue causa de una polémica mantenida con Niels Bohr, defensor de la incertidumbre de la mecánica cuántica, a lo largo de treinta años, y de la que salió triunfante Bohr. De Bohr es la siguiente frase: “El comportamiento de la Naturaleza a nivel microscópico es muy extraño para nuestra intuición, mucho más, incluso, que lo creído por Einstein. Es como si en el mundo cuántico lo real, en sí mismo, se negara a decirnos cómo es a ese nivel, al tener un comportamiento distinto a todos los esquemas de la Física clásica”.

Lo que Weller y Penrose quieren significar en su pensamiento es que la mente humana puede asemejarse a un ordenador cuántico (diremos que los ordenadores cuánticos, aun en estudio, no operan con bits ordinarios, sino con unas unidades más evanescentes llamados qubits o bits cuánticos, que pueden almacenarse físicamente en la polarización de un fotón o en el spin de un electrón. Todo ello lleva una serie de complicaciones, aun no superadas, por lo que, en la actualidad, los retos que suponen la construcción de un ordenador cuántico, en lo que respecta a su arquitectura y a su hardware, distan mucho de estar solucionados).

Como dice Colin Bruce en su libro Los conejos de Schrödinger:

Actualmente la mayoría de los científicos aceptan que la mente humana es una especie de ordenador, pero un ordenador que en muchos aspectos es diferente del que tenemos en la mesa del despacho. La diferencia más evidente es que el ordenador del despacho tiene una sola unidad para el procesamiento de datos, un solo procesador que hace una sola cosa cada vez, mientras que el cerebro humano está constituido por cerca de cien mil millones de neuronas que funcionan todas al mismo tiempo, actuando cada una de ellas como un ordenador independiente que lee señales procedentes de otras neuronas (hasta diez mil en algunos casos) conectadas a la zona de entrada, y que luego de procesadas transmiten su propia señal a otro grupo de neuronas conectadas a la zona de salida. Bruce, C.. (2008 ). Los conejos de Schrödinger. Barcelona: Ed. Biblioteca Buridan.


Bruce y otros físicos afirman que la potencia conjunta de estos cien mil millones de procesadores no hace que el cerebro sea sustancialmente distinto a un PC. (A ti ¿qué te parece?, distinto o no a un PC) Lo mismo que cuando afirman que “la mente humana es una cosa maravillosa, pero no hay necesidad de otra cosa que la física para explicarla”, pero la física no aclara esta dualidad mente–cerebro con rotundidad.

Esta introducción servirá para ahondar más en la opinión de Thon Weller y Roger Penrose, expuesta más arriba, sobre la conciencia.

Para el británico Sir Neville Mott, premio Nóbel de Física en 1977, “la conciencia será siempre inexplicable por la ciencia” y agrega:

Ni la ciencia ni la psicología podrán explicar nunca la conciencia humana. Es decir, el conocimiento inmediato del yo íntimo, del estar vivo y de las sensaciones, porque están fuera de la Física y de la Química. Ella, la conciencia, está dentro del dualismo que es esa relación mente–cerebro, con aparente consistencia inmaterial.

El último ejemplo de cómo la indeterminación cuántica afecta a esta relación mente–cerebro la tenemos en los recientes descubrimientos de cómo la corriente nerviosa se transmite entre las neuronas de nuestro cerebro, mediante el paso de una cantidad diminuta de una sustancia llamada neurotransmisores. La descarga de estos neurotransmisores se produce en una zona muy pequeña, de un tamaño aproximado de unos diez nanómetros (un nanómetro es una millonésima de milímetro) y con el paso de una masa de neurotransmisor insignificante, del orden de un attogramo (¡una trillonésima de gramo!), que Eccles denomina psicones, por lo que en opinión de algunos físicos los efectos cuánticos a estos niveles inframicroscópicos pueden llegar a ser muy importantes en los procesos mentales, al seguir las leyes de la física cuántica, entre las que destaca el principio de indeterminación de Heisemberg, Eccles analiza este proceso cuántico apoyado en la insignificante mas de los psicones,y, agrega que los eventos neuronales como los mecanismos sinápticos provocados por la mente, pueden ser gobernados por un campo de probabilidad cuántico, Si consideramos a la mente causante de este campo de probabilidad, puede ser un campo no material, por lo que la influencia mental, a través de un campo de probabilidad inmaterial, ocasionaría la excitación sinaptica y la consiguiente expulsión del neurotransmisor (psicón). Esto haría que el pensamiento no estuviera físicamente determinado de manera estricta, ya que en su ejecución ha actuado un campo no material. Como dice Niels Bohr, si un físico estudiara el estado de un cerebro humano nunca podría predecir lo que puede hacer una persona. Por otra parte, como ha expresado Eccles, todos los sucesos y experiencias de la mente están compuestos por unidades mentales denominadas psicones y a cada acción de un psicón la podemos considerar, como hemos visto, una experiencia psíquica única no reducible a términos materiales. La sensación global de nuestro estado de conciencia, según afirmaciones de Eccles, neurocirujano australiano, premio Nóbel en 1963 por sus trabajos sobre sinapsis neuronales, es como si actuase una mente inmaterial sobre un cerebro material. Es como si en cada persona y en cada actuación mente–cerebro interviniera el yo consciente de un alma inmaterial.


Eccles afirma que la ciencia, con sus métodos basados únicamente en el estudio de entes materiales, ni puede ni podrá dar una explicación completa del pensamiento sin la existencia de elementos no materiales, como los psicones por él propuestos. Pese a que el monismo[3] materialista es la corriente predominante entre los científicos que estudian el cerebro humano, hay también posturas dualistas como la que mantiene el neurólogo John Eccles. Según Eccles, el cerebro no es una estructura lo suficientemente compleja para dar cuenta de los fenómenos relacionados con la conciencia, por lo que hay que admitir la existencia autónoma de una mente autoconsciente distinta del cerebro, con una realidad no material ni orgánica que ejerce una función superior de interpretación y control de los procesos neuronales. De él es la siguiente frase:

Creo que la ciencia ha ido demasiado lejos al romper la creencia del hombre en su grandeza espiritual y le ha dado la idea de que es meramente un animal insignificante que surgió por azar y necesidad en un planeta insignificante en la gran inmensidad del cosmos. Debemos aceptar el gran desconocimiento de la física y la fisiología de nuestro cerebro, de las relaciones de mente y cerebro y de nuestra maginación creadora. (Eccles).

En otro momento dijo: “Debemos aceptar que la conciencia es un misterio”.

Por último, voy a referirme a la opinión que sobre este tema, dualismo mente-cerebro, tiene Antonio Damasio, profesor de neurología y psicología en la Universidad de Southem, California, y que entre los muchos premios obtenidos cuenta con el Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica, 2005. Damasio dice al respecto en su libro El error de Descartes (2008):
[4]

El cerebro humano y el resto del cuerpo constituyen un organismo indisociable integrado mediante circuitos reguladores bioquímicos y neurales interactivos. La función fisiológica que llamamos mente deriva del conjunto estructural y funcional, y no sólo del cerebro. Es tan evidente que la mente surge de la actividad de las neuronas, que sólo se habla de neuronas y no de actividad mental Durante mi actividad investigadora, se me ha hecho evidente la idea de que la actividad mental, desde sus aspectos más simples a los más sublimes, requieren a la vez del cerebro y del cuerpo propiamente dicho. Creo que, en relación al cerebro, el cuerpo proporciona algo más que el mero soporte; proporciona una materia básica para las representaciones cerebrales. Existen hechos que apoyan esta hipótesis y razones que indican que la hipótesis es plausible. La principal es que la primacía del cuerpo que aquí se propone podría esclarecer una de las cuestiones más irritantes desde que los seres humanos empezaron a preguntarse sobre su mente; ¿cómo es posible que seamos conscientes del mundo que nos rodea, que sepamos lo que sabemos y que sepamos que lo sabemos? Quizá la complejidad de la mente humana sea tal, que el alcance actual de la ciencia no pueda dar
espuestas definitivas a los asuntos del cerebro/mente. No obstante, existen razones para creer que se llegará a explicaciones satisfactorias, pero sería aventurado decir que éstas se encuentran a la vuelta de la esquina
El amor, el odio la angustia, las cualidades de bondad y crueldad, etc. incluso la solución a problemas científicos, todos se basan en acontecimientos neurales en el interior del cerebro, a condición de que el cerebro haya estado y esté ahora interactuando con su cuerpo. Incluso el alma respira a través del cuerpo, y el sufrimiento, ya empiece en la piel o en una imagen mental, tienen lugar en la carne.
Es evidente que la mente humana depende del disparo global de nuestras neuronas en cuanto constituyen complicados conjuntos que van desde circuitos locales, a escala microscópica, hasta los sistemas más macroscópicos que abarcan varios centímetros. Para ello, existen varios miles de millones de neuronas en los circuitos de un cerebro humano. El número de sinapsis formadas entre estas neuronas es de, al menos, diez billones y la longitud de los cables axónicos que forman los circuitos neuronales suma del orden de varios cientos de miles de kilómetros, por lo que los secretos de la base neural de la mente no pueden descubrirse desentrañando los misterios de una sola neurona. Sin embargo, la mente, completamente integrada en el cuerpo que yo concibo, no renuncia a sus niveles de operación más refinados, lo que constituye su alma y su espíritu, y, a escala humana, son ahora estados complejos y únicos de un organismo. Naturalmente, me gustaría poder decir que sabemos, con seguridad, de la manera por la que el cerebro se mete en el asunto de producir la mente, pero no puedo, y, siento decirlo, nadie puede. Damasio,A. 2001. El error de Descartes. Barcelona: Ed. Crítica.
Tanto si el dualismo mente–cerebro está dentro de una consistencia inmaterial, como si la mente es un producto de la acción del cerebro, se tiene que admitir que el cerebro, o el sistema mente–cerebro, es la maravilla mayor creada por la Naturaleza, por su grado de magnitud realizadora, complejidad y eficiencia. Muy superior a la de cualquier sistema cibernético que mente humana pueda crear. Y digo esto porque el funcionamiento del cerebro, como expresa Damasio en su libro, no se parece en nada al de los sistemas cibernéticos. La arquitectura de interconexiones entre los sistemas neuronales es tan compleja, por el elevado intercambio de señales entre sus diversas áreas que, cuando se recibe una señal entrante en el cerebro, su conexión con los sectores de salida, para dar una respuesta, no es directa, sino que cada conjunto de áreas sensoriales iniciales debe hablar primero con varias regiones interpuestas a través de corrientes múltiples, paralelas y convergentes, con recorridos de ida y vuelta, para pasar por algunos puntos culminantes, a fin de hallar la respuesta más adecuada al tipo de señal entrante recibida. Como vemos, todo esto es tan complejo que escapa a nuestra comprensión. Y, saliéndonos del tema central, esta complejidad es la que me hace dudar que este sistema cerebral, como otros muchos sistemas que se podrían citar, sean un producto evolutivo de la Naturaleza, por azar y necesidad, sin la intervención de una Inteligencia diseñadora.

Pero volviendo al dualismo mente–cerebro, diré que me cuesta mucho creer lo que dice Eccles con respecto a “que en cada actuación mente-cerebro es como si interviniera el yo consciente de un alma inmaterial”. Y digo esto porque al meditar sobre los procesos de demencia senil, causados por enfermedades neurodegenerativas de las neuronas, se observa cómo ese alma inmaterial de los enfermos que lo padecen, parece resultar también afectada por esta enfermedad mental, aún siendo inmaterial.


[1] Por dualismo se entiende una doctrina metafísica según la cual la materia y el espíritu existen en el hombre como dos sustancias distintas e independientes.
[2] Doctrina metafísica que afirma que todo fenómeno está determinado, de una manera necesaria, por las circunstancias y condiciones en que se produce.
[3] Monismo.-Doctrina metafísica, opuesta al dualismo, según la cual la materia y el espíritu, lo físico y lo psíquico, como fenómenos o aspectos de la realidad son idénticos en su esencia, es decir, son los dos aspectos de una misma sustancia que se manifiesta en dos formas distintas.
[4] Descartes era un ferviente partidario del dualismo mente – cerebro.

BIBLIOGRAFÍA

Bruce, C. (2008). Los conejos de Schrödinger, (Sarret, J. Trad.). Barcelona: Ed.Biblioteca Buridan. (Trabajo original publicado en 2004).

Damasio, A. (2008). El error de Descartes, (Ros, J. Trad.)(5ª ed.). Barcelona: Ed. Crítica. (Trabajo original publicado en 1994).

Eccles, J. C. (1992). La evolución del cerebro: creación de la conciencia. (Rubia Vila, F. J. Trad.). Barcelona:Editorial Labor S. A. (Trabajo original publicado en 1988).

2 comentarios:

Louis dijo...

snteresa intercambiar banner vistame

Anónimo dijo...

los psicones no son neurotransmisores los psicones son sistemas neurales plásticos es decir los que tienen la capacidad de autoorganizarse