viernes, 27 de marzo de 2009

3.- LA VIDA (V).

1- Ampliación a lo escrito sobre biología

Voy a destacar, de la forma más breve y lo mejor posible, lo que Kauffman expone en la primera parte de su libro Investigaciones (2003), por la relación que tiene con los temas anteriores sobre los procesos biológicos.

Kauffman comienza así su tema sobre biología: Uno de los físicos más famosos del siglo XX, Schrödinger, premio Nóbel de física en 1933, estableció los fundamentos de la biología contemporánea. Hoy está universalmente aceptado que su libro ¿Qué es la vida? (resumido, parte de él, en el escrito (3.- La vida IV) inspiró a toda una generación de físicos y biólogos en la búsqueda de las propiedades fundamentales de los sistemas vivos. Schrödinger introdujo la mecánica cuántica, la química y el entonces recién nacido concepto de “información” en el campo de la biología. Él es el padre de nuestros conocimientos acerca del ADN y del código genético.

En principio, dice que no se puede achacar a la selección natural la única fuente de orden en los organismos, porque la delicada simetría, por ejemplo de un copo de nieve, sugiere que el orden también puede surgir sin el concurso de la selección natural.

Desde el origen de la vida, hasta ese increíble orden en el desarrollo de un recién nacido a partir del óvulo fertilizado, nos proporcionan argumentos para señalar que no son un reflejo únicamente de la selección. Por el contrario, la mayor parte del orden en los organismos es, según parece, espontáneo y autoorganizado, aunque esta autoorganización se entremezcle con la selección en formas aún apenas comprendidas, quizá debido a que el núcleo mismo del origen de la vida permanezca envuelto en un misterio.

Kauffman, en su libro, se refiere a los seres vivos y los define como organismos autónomos, y entiende como agente u organismo autónomo a un sistema autorreproductor capaz de desarrollar un ciclo o ciclos de trabajo termodinámicos. Lo que le hace meditar si la termodinámica que se estudia en física, referida a transformaciones cerradas, habría que extenderla también a sistemas abiertos. Para ello, parte del hecho de que los seres vivos (bacterias, plantas y animales) manipulan su entorno en su propio beneficio; la bacteria nada hacia un gradiente de glucosa y decimos que “va en busca de comida”; el paramecio agita sus cilios, como una trirreme romana, en pos de la bacteria; nosotros mismos nos afanamos todo el tiempo para ganarnos la vida. Bacterias, paramecios y seres humanos somos “agentes autónomos” capaces de actuar en nuestro propio provecho en un entorno dado. Los agentes autónomos construimos conjuntamente la biosfera y, a la vez, coevolucionamos en ella. El porqué y el cómo sucede es un asunto de la máxima trascendencia como se verá más adelante.

Por otro lado, la biosfera, a diferencia de un ordenador, se fabrica a sí misma mediante la emergencia y persistente coevolución de los agentes autónomos, pero ¿cómo se fabrican las biosferas a si mismas o cómo se construye el universo a sí mismo? ¿de qué modo obtienen el trabajo esos dispositivos capaces de detectar y medir desplazamientos respecto al equilibrio a partir de los cuales se puede extraer aquél?, porque en el caso de un molino de viento debe de orientar sus aspas en dirección a la corriente de aire para poder hacerlas girar. ¿En virtud de qué principios hacen su aparición tales dispositivos en nuestro universo y en nuestra biosfera? Las respuestas no se hallan ni en la física, ni en la química, ni en la biología actuales.

Lo que sucede en la biosfera es que agentes autónomos construyen y propagan conjuntamente organizaciones de trabajo, de elaboración de restricciones y subsiguiente obtención de energía, que proliferan y se difunden, diversificando a su vez la organización.

Esta afirmación, dice, es una obviedad. Basta con mirar por la ventana o salir a dar un paseo para calibrar lo que la vida microscópica está haciendo y ha estado haciendo durante miles de millones de años, o el modo en que los ecosistemas macroscópicos de plantas, herbívoros y carnívoros bullen con el frenesí de las interacciones entre sus miembros.

Por otra parte, tenemos el misterio de cómo han emergido durante la evolución las nuevas funcionalidades que antes no existían: vista, oído, capacidad de volar, lenguaje... ¿De dónde proviene esta novedad? Una novedad que dudo mucho podamos preestablecer, pues supondría ser capaces de predeterminar todas las potenciales adaptaciones que podrían surgir en una biosfera. O, lo que es lo mismo, preestablecer el “espacio de configuraciones” de éstas.

Schródinger en su intento de establecer una definición para la vida, se hacía otra curiosa pregunta: ¿cuál es la fuente del asombroso orden en los organismos? Schrödinger pensaba si el promedio estadístico pudiera ser la fuente del orden en los organismos y basaba su argumento en el naciente campo de la genética experimental (ver en este blog, el tema 3, La Vida (V).

Cincuenta años después, dice Kauffman en su scrito, sigo encontrando el argumento de Schrödinger verdaderamente brillante. Sabemos que el genoma humano aloja entre 30.000 y 40.000 “genes estructurales”, los cuales codifican el ARN, que, a su vez, tras ser trascrito desde el ADN, se convierte, según el código genético, en la secuencia lineal de aminoácidos que constituyen una proteína. Los humanos tenemos alrededor de 260 tipos distintos de células: hepáticas, nerviosas, musculares, etc.. Cada una es un patrón de expresión diferente de esos 30.000 á 40.000 genes. Además sabemos que la proteína trascrita desde un gen puede, a su vez, activar o desactivar otros genes. Esta vasta red de interacciones genéticas resultantes es la que proporciona el mecanismo con el que el genoma dirige y controla la danza del desarrollo.

Estamos cerca del sueño de Schrödinger pero, en realidad, cabe preguntarse si estamos más cerca hoy de la respuesta a su pregunta "¿Qué es la vida?" En el fondo no lo creo, dice Kauffman. (Yo, podría agregar: difícilmente puede ser calificada la vida; incluso la de un microbio, cuyo único objetivo -si acaso fuera capaz de darse cuenta de tal cosa- es aumentar el número total de réplicas de si mismo, lo cual no es muy distinto de lo que les ocurre a los conejos o a las personas).

Pero volvamos al libro de Kauffman. Consideremos una bacteria agitando su flagelo para nadar en un gradiente de glucosa. Si nos preguntáramos “que está haciendo”, la respuesta será más o menos: ”va en busca de comida”. Es decir, sin atribuirle conciencia o propósito consciente alguno, admitimos que la bacteria actúa en su propio interés, en su propio provecho, dentro del entorno. Si interpretemos la frase “en su propio provecho” en clave darwiniana, la bacteria que, gracias a su flagelo, es capaz de conseguir glucosa tendrá más probabilidades de sobrevivir y ser escogida por la selección natural que la que no dispone de ese útil apéndice.

La bacteria, como cualquier agente autónomo, es un sistema físico capaz de obrar en provecho propio en un entorno dado. Todos los organismos y células independientes son claramente agentes autónomos. La característica más conocida, pero no por ello menos asombrosa, de todos los organismos autónomos (bacterias, paramecios, células de levadura, algas, gusanos o cualquiera de nosotros) es que manipulamos continuamente el universo que nos rodea. Nadamos, corremos, saltamos construimos, respiramos... Y a pesar de todo sólo somos simples sistemas físicos, por lo que surge la pregunta: ¿qué es lo que hace que un sistema físico pueda actuar en su propio provecho en un entorno dado?, ¿qué hace que un sistema físico constituya un agente autónomo? La respuesta que da Kauffman es: un agente autónomo es un sistema molecular autorreproductor capaz de desarrollar uno o más ciclos de trabajo termodinámico. (Realmente, una bacteria, un gusano o cualquiera de nosotros somos un sistema molecular autorreproductor).

Kauffman, como es lógico, admite la evolución, pero dice que no la entendemos. Lo curioso de la evolución, asegura, es que todo el mundo cree que la comprende. A simple vista, parece tan simple... “Los pinzones revolotean por las Galápagos, migrando ocasionalmente de isla en isla. Los picos grandes o pequeños, son adaptados para distintos tipos de semillas. Los ejemplares con picos adecuados resultan seleccionados. Las mutaciones son la fuente de variación heredable en la población”.... En realidad, la teoría evolutiva de Darwin es una teoría de descendencia con modificaciones. No explica la génesis de las formas, sino cómo se transforman éstas una vez que han sido generadas. (Y, agrego yo, los frutos, las espigas de trigo, las legumbres... han evolucionado por azar y necesidad. Necesidad ¿de qué?, ¿de servir de alimento a los animales?) En sentido más fundamental: ¿de dónde vino la vida? Darwin parte de una vida ya existente. De dónde procede ésta es la base de toda cuestión posterior relativa al origen de las formas que la selección tamiza.

Kauffman sigue analizando el proceso evolutivo, se refiere a la mosca Drosophila, donde la mayoría de los efectos mutantes producen efectos drásticos, se pregunta que pasaría si todas las mutaciones fueran letales... y al final saca la conclusión de que la propia evolución ha debido forjar, de alguna manera, la propia capacidad evolutiva de las criaturas. La evolución, dice, ¡se alimenta a si misma! Pero no en la teoría de Darwin, ni tampoco en la nuestra (idea que yo comparto).

Como confirmación de esta idea examina el caso del sexo y dice: Durante milenios todas las especies eran asexuadas, reproduciéndose por su cuenta allá donde se las antoja, requieren un único progenitor. Nosotros necesitamos dos: un cincuenta por ciento menos de eficacia. Quizá por ello la mayoría de los seres del micromundo sigan siendo asexuados.

¿Por qué el sexo? La razón más aceptada, a la cual me adhiero, es que el apareamiento sexual permite la recombinación genética, recombinación que es un útil “procedimiento de búsqueda” para una población evolutiva, ya que permite por la combinación de los cromosomas masculino y femenino obtener un cromosoma óptimo (conjunto de los dos), de forma que facilite una evolución mucho más rápida que si se espera a que una mutación "caiga del cielo" y que después resulte eficaz.

Y del origen de la vida, qué. En la actualidad, no existe una teoría universalmente aceptada que explique las condiciones generales que posibilitaron la emergencia de la vida a partir de lo no viviente. La teoría más aceptada asume que la vida estaría basada en la replicación de moldes, más o menos como surgiera la doble hélice de ADN; algo parecido a una simple cadena de ADN o ARN con capacidad de autorreplicación.

Pero todo ello es mera suposición. Si la vida brotó de lo no viviente, ya sea aquí o en Marte (viajando luego hasta aquí en un fragmento del planeta rojo) o en las profundidades del cosmos, siendo traída a la Tierra por un eventual meteorito, como el ALH84001, procedente de Marte y que contenía indicios de vida microscópica
[1]. Donde quiera que surgiese, si la vida surgió a partir de la replicación de moldes en algo parecido a la doble hélice de ADN, entonces debería ser posible hallar las condiciones experimentales bajo las que una doble hélice de ADN o ARN, una simple cadena de ADN o ARN u otro polímero similar pudieran ser capturados in fraganti reproduciéndose a si mismos. Según esto, ese sólido aperiódico de ADN o ARN debería reproducirse sólo y no con la colaboración de alguna mágica proteína polimerasa[2].

En el origen de la vida la polimerasa no existía, pero en las células, una vez constituidas, la síntesis de las proteínas requiere un elemento como la polimerasa, que asegure una plena fidelidad en ese fantástico mecanismo de trascripción y posterior traducción del código genético desde el ADN a las proteínas, pasando por el ARN mensajero y los ARN de trasferencia. Más aun, las propias proteínas son esenciales para la conversión de la información que porta el ARN mensajero en proteínas. Ello se debe a que ciertos de encimas proteínicos “cargan” las moléculas del ARN de transferencia con el aminoácido correcto y, a continuación, el ARN de transferencia cargado utiliza el “anticodón” para reconocer el “codón” correspondiente en el ARN mensajero. De esta manera, los aminoácidos del ARN mensajero quedan alineados en la secuencia correcta y son ensamblados en una proteína por el ribosoma. Es decir, las células actuales usan proteínas como la polimerasa para replicar el ADN y el ARN y otras proteínas para cargar el ARN de trasferencia mediante el que son fabricadas las propias proteínas. A su vez, las células utilizan la estructura secuencial de las bases del ADN y ARN para especificar las secuencias de aminoácidos de las proteínas y emplean una estructura de ARN, el ribosoma, para empalmar aminoácidos y formar una secuencia proteínica correcta. Cada paso en esta compleja red de síntesis está catalizado
[3] por alguna molécula, habitualmente una proteína y, algunas veces, por una molécula de ARN.

Una célula actual constituye, en la práctica, un todo colectivamente autocatalítico en el que el ADN, el ARN, el código, las proteínas y el metabolismo, que relaciona la síntesis de ciertas especies moleculares con el fraccionamiento de otras de alta energía, se entrelazan y cooperan para catalizar el conjunto de reacciones que permiten que la célula se reproduzca, lo que nos permite afirmar que la vida actual no es una simple replicación de ADN o ARN. Así pues, si la vida ha de basarse en la mera replicación de una secuencia de ADN o ARN, que a la vez transporta la información genética, más le valdría a esa secuencia conseguir reproducirse sin necesidad de las complicadas actuaciones de los enzimas proteínicos.

El caso es que esto último no sucede. Hasta ahora nadie ha conseguido experimentalmente, después de treinta años de investigaciones, que una cadena simple de ADN o ARN alinee nucleótidos libres complementarios, uno tras otro, catalice la unión de esos nucleótidos para formar una segunda cadena, enlace las dos cadenas e inicie seguidamente otro ciclo de replicación.

Y, finalmente, la molécula actual de ADN posee una bella simetría en torno a su eje central. No todos los sólidos aperiódicos, que definía Schrödinger, pueden permitirse esa argucia estructural. De hecho, la mayor parte no se aproximan ni de lejos. El primo del ADN, el ARN, no es capaz de formar una doble hélice similar, así como otros polímeros semejante al ADN. Es precisamente esa simetría del ADN lo que garantiza el perfecto enlace entre las A y las T, y las C y las G de ambas ramas del código genético, cualquiera que sea la ordenación de las bases, para constituir lo que conocemos como el código genético, mediante el cual la información que está en el ADN y ARN se traduce en proteínas. Código que es universal a todos los organismos conocidos, animales y plantas. Este código es el lenguaje de la vida de las bacterias, de las semillas, de todas las plantas, de los cocodrilos y de los seres humanos (Yo agrego: es el libro escrito por Dios con la información completa para que la vida fuera posible).

Kauffman termina esta primera parte de su libro diciendo que a casi todos los biólogos les parece que esta bella estructura en doble hélice, ha sido milagrosamente predestinada por Dios para que, con el auxilio de la química, se convirtiera en la molécula básica de la vida, por lo que parece lógico pensar que el origen de la vida debería estar basado en alguna forma de sólido aperiódico, de doble o simple cadena, algo parecido al actual.


2.- Comportamiento del conglomerado celular de un ser vivo.

Antes de terminar con estos temas relacionados con la vida, no quiero dejar pasar la ocasión de comentar algo sobre el comportamiento del conglomerado celular que constituye un ser humano (por referirme a un ser vivo en particular). He dicho conglomerado, pero tendría que haber dicho un conglomerado armoniosamente reagrupado por funciones específicas. Vamos a referirnos, como parece lógico, al origen de un ser humano, desde el momento conocido como singamia; unión de los gametos masculino y femenino (espermatozoide y óvulo). Con este acto se ha formado la primera célula de un nuevo ser; lo que podríamos denominar “célula madre”, huevo fertilizado o cigoto. A partir de aquí comenzarán las divisiones celulares para formar una nueva criatura humana, cuyo ADN estará formado por una copia del ADN del padre y otra del ADN de la madre. La célula madre se dividirá en dos; “células hijas”, que darán lugar, en la siguiente etapa mitótica, a una generación de cuatro células y, después, en nuevas etapas, a 8, 16, ..., etc. Estas primeras células, denominadas blastómeros, tienen un tamaño mucho más reducido que el de la célula madre y, con sus sucesivas divisiones, darán origen a lo que se conoce como una mórula (por su forma parecida a una mora).

Aproximadamente, en el cuarto día de gestación la mórula se instalará en el útero, donde se inicia la verdadera gestación (división celular) y donde el feto permanecerá hasta su completo desarrollo. A continuación vamos a mencionar las fases más destacadas de esta vida intrauterina del feto en lo que respecta al progreso de especialización de ese conglomerado celular que se irá formando.

- A las dos semanas de vida del feto se inicia el desarrollo del sistema nervioso.

- A las tres semanas empieza a diferenciarse el cerebro, aparecen esbozos de lo que serán las piernas y los brazos, y el corazón inicia sus latidos.

- A las cuatro semanas ya empiezan a formarse los ojos.

- A las seis semanas la cabeza tiene su forma casi definitiva, el cerebro está muy desarrollado, comienzan a formarse manos y pies, y, muy pronto,
aparecerán las huellas dactilares; las que tendrá toda su vida.

- A las ocho semanas el estómago comienza la segregación gástrica y aparecen las uñas.

- A las nueve semanas se perfecciona el funcionamiento del sistema nervioso.

- A las once semanas ya se chupa el dedo.

- A partir de la duodécima semana la mayor parte de los órganos están completamente formados.

A partir de este punto, interrumpiremos la descripción del proceso formativo del feto, daremos como nacido al nuevo ser y seguiremos con el comportamiento de su complejo celular. Para ello, nada mejor que destacar lo esencial que Johnson, S. dice en el capítulo II de su libro Sistemas emergentes (2003), relacionado con las células del cuerpo humano.

El cuerpo humano está formado de varios cientos de tipos diferente de células por su especialización: sanguíneas, musculares, nerviosas, etc. En todo momento,más de setenta billones de células están trabajando en nuestro cuerpo. ¡Y, sin embargo. estas células están muriendo en todo tiempo! Para la próxima semana, mi cuerpo estará compuesto de millones de nuevas células que no estuvieron vivas cuando escribí este párrafo. Las células mueren constantemente en el cuerpo y la mayoría de ellas son reemplazadas en un santiamén. (Incluso las células nerviosas se regeneran en la edad adulta). Nuestras células saben como construir nuestro cuerpo porque la Naturaleza las ha provisto de un plano meticulosamente detallado, el ADN, del que han hecho más de setenta billones de copias por todo el cuerpo, sin contar con los millones de copias de las células que se van renovando. Todas las células tienen el mismo plano, pero cada célula especializada recurre selectivamente al plano de ADN, y lee únicamente el segmento con los datos que a ella le interesan en ese momento. Esto parece muy simple, pero ¿como llegó una célula muscular, por ejemplo, a saber que tenía que ser una célula muscular y seleccionar la información que precisa si cada célula actúa con su propia información, información que es la misma para todas ellas?

Recordemos que todos nacemos de una “célula madre” por divisiones sucesiva y, como hemos visto, nuestro ciclo de desarrollo se realiza de modo perfecto. No hay duda que cada célula tiene que descubrir, de algún modo, donde está su sitio y cual será su función en el conjunto, pero además, ese conjunto, ese conglomerado celular, necesita un sentido de ubicación; la información del ADN debe incluir una información topológica del nuevo ser para lograr, con esa correcta ubicación celular, conformar un ser en todo semejante a sus progenitores.

El escribir lo anterior sobre el conglomerado celular de un ser vivo, me ha hecho reflexionar sobre la influencia de los conglomerados en la mayoría de las manifestaciones de la Naturaleza, por lo que esta idea de conglomerado pienso que habría que considerarla como universal. Porque ¿qué es la materia, sino un conglomerado de partículas elementales? ¿Y la configuración de un cristal periódico formado por un conglomerado ordenado de átomos? ¿Y un copo de nieve?.

Y si nos referimos a la vida, ¿no es un conglomerado de moléculas (materia sin vida) armoniosamente ordenadas? Y, por último, qué decir del cerebro, porque una neurona individual no es consciente, pero al formar con una inmensidad de neuronas ese conglomerado de miles de millones armoniosamente interconectadas (el cerebro), crean la conciencia en un ser humano.

Y ahora yo me pregunto: ¿Estas agrupaciones de elementos simples como el de las moléculas, el de las células o el de las neuronas que algunos científicos asimilan a los sistemas emergentes (sistemas de elementos simples que se organizan espontáneamente y sin leyes explícitas hasta dar lugar a comportamientos inteligentes), podríamos realmente considerarlos como tales; que por simple agrupación y organización espontánea den lugar a la vida, a la diversidad de organismos o al cerebro, respectivamente? ¿No sería lo mismo que decir que un ordenador es consecuencia de la agrupación, organización e instalación espontánea de sus componentes electrónicos?. Todos sabemos que esto último no es posible sin la intervención de una o varias inteligencias que los diseñen, interconecten e instalen adecuadamente. ¿Y en el caso de los tres supuestos sistemas emergentes que hemos mencionado, son menos complejos que un ordenador para admitir que puedan organizarse espontáneamente?


3.- Diseño inteligente.

Voy a resumir, por su relación con lo anterior, lo referente a un movimiento cultural que tiene el mismo nombre que el título de este apartado. A partir de 1990, ha surgido este movimiento cultural, movimiento cuyos principios yo admito, y que, a pesar de sus pocos logros científicos, está causando una amplia atención en el ambiente intelectual. La razón es la dificultad, que en opinión de este movimiento, encuentra el Darwinismo para explicar procesos biológicos que, por su complejidad, no pueden ser causados por cambios fortuitos debidos a la selección natural que limita esta variabilidad solo al cambio, que por mera evolución, elimina a los menos aptos, cambios causados por fuerzas ciegas de la Naturaleza, sin una inteligencia que dirija, promueva y justifique dichos cambios.

La tesis fundamental del diseño inteligente, que expone en su libro Diseño inteligente Dembski, W, (2006), se apoya en que, en biología, existen sistemas naturales que, por su complejidad, no se pueden explicar adecuadamente en términos de causas naturales indirectas (léase Darwinismo) y que exhiben características que, en cualquier otra circunstancia, deben atribuirse a la inteligencia.

Este movimiento cultural surge principalmente cuando fue descubierto un sistema bioquímico muy complejo conocido como el flagellum bacteriano. Este flagellum es un motor rotatorio mecánico, como una especie de cola barredora, que gira a veinte mil revoluciones por minuto, puede cambiar de dirección en un cuarto de vuelta, y cuyo movimiento rotatorio hace navegar a una bacteria a través de su entorno acuoso. La compleja maquinaria de este motor molecular que incluye un rotor, un estator, cojinetes, cilindros y un eje conductor, requiere la interacción coordinada de al menos treinta proteínas complejas y donde la ausencia de una sola de ellas daría por resultado la completa pérdida de la función del motor.

Los defensores del Diseño Inteligente sostienen que el Darwinismo se enfrenta con graves obstáculos cuando trata de dar cuenta de este sistema irreduciblemente complejo, que es como denominan los creadores del Diseño Inteligente a estos procesos biológico complejos, por lo que, en su opinión, ha tenido que ser diseñado por una inteligencia.

Hemos visto como en los temas expuestos con anterioridad han surgido situaciones complejas que se asemejan, en mi opinión, a estos sistemas irreduciblemente complejos y que hicieron que me preguntase, en varias ocasiones, si en la Naturaleza habría mentes diseñadores o si todo ello era la obra de esa Inteligencia Absoluta conocida como Dios.

Donde se intuye la acción de esa inteligencia, por recordar algunas situaciones, es en lo tratado en el tema La vida. Allí, entre otros conceptos expresamos que en la Tierra se dan de modo natural 92 elementos químicos estables. Sólo 27 de ellos son componentes esenciales de la materia viva, y no todos resultan imprescindibles. Dejando de lado el agua, que, en peso, constituye más de las tres cuartas partes de la mayoría de los organismos vivos, más de la mitad de nuestro peso (peso seco) es carbono, una cuarta parte oxígeno y cerca del 10% nitrógeno y en menor proporción (1/2 gramo) fósforo, azufre, calcio, hierro, sodio etc Estos pocos elementos la Naturaleza los utiliza para constituir sólo una cincuentena de moléculas orgánicas para las múltiples actividades esenciales de la vida. Esta acción selectiva de la Naturaleza se sigue observando en todas sus acciones, siempre ha procurado la simplicidad sin disminuir la eficiencia. Recordemos también, por su importancia, la elección de cuatro nucleótidos con los que crea el eficaz código genético y la selección de sólo veinte aminoácidos para formar la diversidad de proteínas que utilizan los organismos vivos. Podría seguir citando más situaciones, pero como a lo largo de los distinto escritos las he ido resaltando, creo suficientes las señaladas. Mi pregunta es: ¿el azar y la necesidad solos, habrán podido entresacar estos mínimos elementos, quizás los más idóneos, para, con esa elementalidad, conseguir la diversidad de compuestos, así como la elevada eficiencia que se logra con sus acciones, o será todo ello, como vengo repitiendo, causa de una inteligencia diseñadora?

Este es el último de los cinco escritos que han desarrollado temas de la Naturaleza relacionados con la vida. Seguiré relatando otros temas, en su mayoría científicos, espero, que como a mi, os causen impresión.



[1] En el verano del 2001, cayó una lluvia roja sobre Kerala, región del sur de la India. Muestras de este agua colorada fueron analizadas por el cietífico Godfrey Louis de la Universidad Mahatma Gandhimde Kerala. En el laboratorio, este científico descubrió en dichas muestras unos microbios de extraña apariencia, rodeados de una gruesa membrana, células que se reproducían en agua a más de 300 grados.
Según el microbiólogo Wainwright, del centro de Astrobiología de la Universidad de Cardiff, que con posterioridad también analizó muestras de estas células, confirmó los resultados del científico Godfrey, pero señalaba que sus orígenes podían ser tanto extraterrestres como terrestres.
[2] Polimerasa.- Cuando hay que volver a unir los dos filamentos del ADN, una vez generado el ARN mensajero, la encima polimerasa supervisa la unión de las bases correspondientes de cada filamento. Cuando uno de los nucleótidos que van a unirse no coincide con su compañero. la polimerasa lo aparta y busca el adecuado. En un momento dado de reproducción de una molécula de ADN pueden estar trabajando en ella hasta diez mil polimerasas. Este proceso se conoce como corrección de pruebas.
[3] Catálisis.- Aceleración de una reacción química, producida por la presencia de una sustancia, ajena a la reacción,que permanece, aparentemente, intacta.


BIBLIOGRAFÍA.

Dembski, W. (2006). Diseño inteligente, (García Trevijano, C. Trad.) Madrid: Ed. Homo Legens. (Trabajo original publicado en 2004).

Johnson, S. (2003). Sistemas emergentes. Madrid: Turner Publicaciones, S. L. (Trabajo original publicado en 2001).

Kauffman, S. (2003). Investigaciones. Complejidad, autoorganización y nuevas leyes para una biología general. (De Juan, L. E. Trad.). Barcelona: Ed. Tusquets. (Trabajo original publicado en 2000).

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